La situación en Oaxaca ya desbordó cualquier cauce. El prolongado conflicto magisterial y político ha cimbrado la economía de la entidad: el turismo disminuye, el desempleo fuerza a los jóvenes a migrar a Estados Unidos, los daños al patrimonio cultural.
Oaxaca de Juárez, Oaxaca. Al pintor Francisco Toledo lo tienen sin dormir las balaceras, la quema de vehículos y demás actos violentos que han dejado una cauda de cristales rotos y graffitis sobre los muros coloniales de la capital oaxaqueña. «Míreme la cara. Este conflicto a veces me espanta el sueño», comenta frente a una taza de café. Unas ojeras pronunciadas se asoman entre su larga greña entrecana.
Se le ve aún más flaco. Hace unos días, Radio Universidad, la radiodifusora tomada por los grupos oaxaqueños en rebeldía, difundió mensajes en los que se acusaba a Toledo de ser aliado del gobierno, del turismo extranjero y del capitalismo, por lo que se llamó a tomar los espacios culturales que tiene el pintor en la ciudad de Oaxaca.»Hemos tenido que cancelar algunos eventos, pues la gente ya no se para aquí por el miedo y la inseguridad.
Por fortuna, estos espacios aún no han sido dañados», agrega Toledo, dando un sorbo a su café.El pintor vive amenazado, acorralado. No sabe si cerrar, para librarlos del «vandalismo», el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, el cineclub «El Pochote», la Fonoteca Eduardo Mata y la biblioteca para ciegos “Jorge Luis Borges”, los centros culturales que él maneja. «Hoy amanecieron cerrados todos los bancos.
Y nosotros estamos en esas. ¿Cerramos o no cerramos? No sé todavía», dice durante la entrevista, el miércoles 16. A las puertas del IAGO, con su larga camisa desfajada, el pintor menciona que son falsas las acusaciones que lo mencionan entre los enemigos del pueblo: «Para empezar, quienes trabajan aquí son gente del pueblo. ¡Mírelos! El señor que cuida la puerta es albañil y aquí se gana un dinero extra. Estos centros son gratuitos y puede entrar quien quiera».
Presidente del Patronato Prodefensa del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca, Francisco Toledo habla de la magnitud de los daños a los inmuebles pintarrajeados del centro histórico, que desde 1986 fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad: «La otra vez me di una vuelta por Catedral. Vi clavos en las junturas de la piedra de sus muros. No sé cuántos destrozos se hayan hecho a nuestro patrimonio histórico».
Otras incógnitas empiezan a rondar: ¿De cuánto son las pérdidas económicas? ¿Cuánto disminuyó el turismo? ¿Cuántas fuentes de trabajo se han perdido? Ni siquiera el gobierno estatal ha podido cuantificar los costos del conflicto que actualmente sostiene con la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, SNTE, que es apoyada por las organizaciones sociales aglutinadas en la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, APPO.
El llamado empresarial
El 14 de agosto, un grupo de empresarios locales se reunió con el presidente Vicente Fox en Los Pinos para solicitarle su apoyo y exponerle el colapso económico por el que atraviesa el estado. Uno de estos empresarios, Fredy Alcántara, presidente de la Asociación de Hoteles y Moteles de Oaxaca, dice alarmado: «En lo que va del conflicto, de mayo a la fecha, tan sólo el sector turístico ha sufrido pérdidas mil 500 millones de pesos. Todo ese dinero ha dejado de entrar a Oaxaca.
Acudimos con el presidente Fox para pedirle su ayuda, que nos condone algunos impuestos federales, que nos dé algún subsidio», señaló. –¿Esto se traduce en pérdidas de empleo? –Por supuesto. Y le pongo un ejemplo; ya hay alrededor de mil desempleados tan sólo en los hoteles de la ciudad de Oaxaca que pertenecen a mi asociación. Mil familias se han quedado sin fuente de ingreso a raíz del conflicto. ¿A cuántas miles más les está pasando lo mismo en otros ramos de le economía? No lo sabemos. Ignoro quién pueda hacer el cálculo de los estragos.
«Muchos de estos desempleados están emigrando a Estados Unidos o buscando trabajo de albañiles, de pintores de brocha gorda o de lo que sea. El turismo, principal fuente de ingresos en el estado, ha bajado terriblemente. Este conflicto espantó a los turistas. «Es más, es el mismo trabajador quien le está diciendo al hotelero: ‘Déjeme ir porque ya no hay turismo y yo no puedo vivir sin propinas. Me voy para Estados Unidos y a usted más le conviene cerrar su hotel’.
En este momento, algunos hoteles del centro están cerrados y muchos otros están a punto de hacerlo. Los hoteleros estamos al borde de la quiebra, a punto de tronar. Vivimos de prestado para poder afrontar los pagos de nómina y los pagos a nuestros proveedores. Hay un efecto dominó que está afectando al pequeño comercio, a los restaurantes, a la industria de la construcción… ¡a todo! En cuestión de días caerá la gota que derramará el vaso y, entonces sí, vendrá el colapso total, una crisis social que ya empezamos a padecer».
–El magisterio y la APPO atacan a los empresarios por considerarlos explotadores del pueblo. -Sí, sí. Dicen que somos los ricos. Pero con sus acciones, a quien más están afectando es precisamente a la clase trabajadora. El trabajador es el más vulnerable ante esta crisis, se está quedando sin pan y sin trabajo. «Le pongo otro ejemplo: hay muchísimos artesanos que, durante todo el año, elaboran sus artesanías en sus comunidades para venirlas a vender durante la Guelaguetza.
Pero el magisterio bloqueó el festejo, ahuyentó al turismo. Ahora estos artesanos se quedaron con toda su mercancía y no tienen ni para comer». Fredy Alcántara indica que, únicamente en la ciudad de Oaxaca, el colapsado ramo hotelero proveía de 24 mil empleos antes del conflicto: 6 mil trabajos directos y 18 mil indirectos. Uno de los principales hoteles de la ciudad es el Marqués del Valle. Sus cinco pisos con remates de cantera se yerguen en pleno zócalo. Hoy sus muros están tapizados de pintas y pancartas. Sus puertas están cerradas. Día y noche las vigilan un grupo de maestros. Tomaron el Marqués del Valle desde la madrugada del pasado 14 de junio, cuando se dio el enfrentamiento entre el magisterio y la policía.
El propietario del hotel, Diego Rule, quedó en la quiebra y no halla qué hacer. Se dice víctima de una lucha política en la que nada tiene que ver. Nervioso, narra los acontecimientos que desembocaron en el cierre del hotel: «A la 1:00 de la mañana de ese 14 de junio llegaron dos hombres y pidieron una habitación que diera al zócalo. Se registraron en la administración. Se les dio el cuarto 206, al que entraron con sus maletas. Tres horas después empezó el operativo policiaco de desalojo contra los maestros.
Estos dos hombres resultaron ser enviados del gobierno. En sus maletas traían bombas lacrimógenas y de humo que, desde las ventanas de su habitación, lanzaban contra los maestros. «Al ver que los atacaban desde el Marqués del Valle, un grupo de maestros entró enfurecido al hotel. Buscaron cuarto por cuarto a los agresores. Destrozaban puertas y quebraban cristales, espantaban a los huéspedes, que salían corriendo aterrados. Hasta que por fin dieron con sus atacantes.
Desde entonces tomaron el hotel y a mí me acusan injustamente de ser aliado del gobierno». –¿Y usted qué ha hecho? –He ido a hablar personalmente con el líder de la sección 22, Enrique Rueda Pacheco. Le he dicho que yo no tengo nada que ver en todo esto, que nosotros no revisamos los equipajes de nuestros huéspedes, que me permita abrir mi hotel. Y él sólo me responde que lo va a consultar en una asamblea. ¡Nada! Hasta la fecha así me trae. –¿Le afecta mucho el cierre del hotel? –¡Claro! ¡Imagínese! Desde junio está sin operar. Es un hotel de 100 habitaciones. Tuve que regresar el dinero de las reservaciones a los turistas. Asumí muchas pérdidas, pedí dinero prestado… también salieron perjudicados los 126 empleados que trabajaban en el hotel.
Tierra sin ley
Diego Rule se cruza de brazos y concluye desesperanzado: «¿Con quién me quejo? ¿Quién va a pagar los daños? ¿El Gobierno del Estado? ¿Los maestros? ¿Quién es el culpable? Por lo pronto, yo sufro amenazas y soy señalado como un empresario traidor. Así estamos muchos por acá…. Aquí lo pueden asaltar y golpear y ni quien haga nada. Toda autoridad quedó rebasada… Oaxaca se ha convertido en una tierra sin ley». Al visitante que se interna en el zócalo de esta ciudad por la calle Independencia, lo recibe una enorme pinta sobre un muro de roca: «Turista go home, Oaxaca es anticapitalista».
El corazón del brote rebelde está justamente en el zócalo cubierto de pintas y lleno de basura. Es el lugar donde se deciden los bloqueos de carreteras, las tomas de edificios públicos, el cierre de bancos y las marchas multitudinarias que han llegado a juntar hasta 800 mil manifestantes. Ahí confluyen los 70 mil maestros que llegan de todos los puntos del estado y que desde mayo permanecen en plantón. Su campamento de lucha es un abigarrado conjunto de toldos de plástico que los protegen del sol y la lluvia. Duermen sobre pedazos de cartón colocados en el piso. Ahí mismo, al alcance de la mano, tienen sus armas: son gruesos garrotes de madera y montones de piedra que sacan de los adoquines.
De tez morena, tupidos cabellos azabache, maestros y maestras observan el entorno con mirada recelosa, pues puede haber espías deambulando por ahí. A veces ellas matan el tiempo haciendo bordados en punto de cruz. Muchos maestros calzan huaraches y permanecen tumbados con los brazos cruzados bajo la nuca, recordando la hamaca que dejaron en el Istmo. Cocinan en pequeñas estufas de petróleo. Están bien informados: tienen periódicos murales con los recortes de las noticias del día. Hay altavoces que de pronto los llaman a reunión. Y en pequeños televisores, encendidos a todo volumen, les pasan ininterrumpidamente videos con el enfrentamiento del 14 de junio.
Permanecen absortos ante la imagen del helicóptero que les lanzaba gases lacrimógenos, viendo el envolvente nubarrón rojo y escuchando los gritos de aquella refriega. Las imágenes de las pantallas los mantienen con el ánimo en alto, enardecido, al igual que las pintas y consignas que se leen por todas partes: «¡Fuera Ulises!»… «La revolución es la solución»… «El gobierno es una institución necesaria para defender los intereses de la clase capitalista…». Cerca del quiosco ondean grandes mantas con los rostros de Marx, Engels, Lenin y Stalin. Las calles que desembocan en el centro están bloqueadas para el automovilista, pues los manifestantes taponaron el paso con vehículos desmantelados.
De pronto, los paristas se organizan en grupos y se lanzan a la calle. Toman el Congreso local. Toman la casa de gobierno. Toman carreteras. Toman los bancos. Cumplen con una rigurosa agenda que señala las tomas de la semana. Orillaron a la población que necesita hacer trámites bancarios a irse a la sucursal de Banamex que está en el aeropuerto. El usuario se forma en una larguísima fila y aguarda por horas para llegar a la ventanilla. El aeropuerto es una zona federal que, hasta el momento, permanece libre de las protestas que piden la destitución del gobernador Ulises Ruiz. La APPO acaba de acordar una novedosa forma de presión; realizar plantones en los domicilios de los funcionarios estatales.
Los servicios de la capital están semiparalizados. Se nota en los montones de basura nauseabunda que se apilan en calles y banquetas: despanzurradas bolsas de plástico de las que escurren los desechos, botellas tiradas, resecas cáscaras de fruta y un picante olor a orina y excremento. La Dirección de Servicios Municipales pedía, el miércoles pasado, que le permitieran recoger tan sólo 800 toneladas de basura. Para nada tocaría las 500 barricadas de los rebeldes, compuestas de gruesos tablones, enormes rocas boludas y llantas incineradas. El incontenible movimiento social ha provocado que Ulises Ruiz viva escondido. Suspendió todas sus actividades públicas. En una de sus últimas giras, por Pochutla, le aventaron excremento de vaca a la camioneta en que viajaba. Se rumora que ocasionalmente despacha en el hotel Los Laureles y que reside en la casa del fiscalista Sergio Castro. En la Ciudad de México concede entrevistas a la prensa.
Poco turismo, mucho desempleo
Pese al caos y a la crisis de gobierno, aún se pueden ver turistas extranjeros veraneando por las soleadas plazuelas mugrientas, embutidos en sus bermudas y oliendo a bronceador de coco. «A mí me encantan estas luchas del pueblo latinoamericano. Soy una admiradora del Che», dice Paola, una joven italiana que de aquí sale a Puerto Escondido. Magdalena Victoria Rodríguez, quien preside la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes del Estado de Oaxaca, asegura categórica: «El turismo en Oaxaca ha bajado hasta en un 80 por ciento. Esta crisis se prolongará por un buen tiempo, pues ya se están cancelando los tours que se tenían para el 2007».
Oaxaca, dice, ocupaba el cuarto lugar como destino turístico en el país. Aún no se sabe a qué lugar cayó. «Oro de Montealbán» es una cadena de seis tiendas que operan en la ciudad y se sostiene de las compras del turismo. Produce y vende joyería en oro y plata con motivos prehispánicos. Alberto Rojas, su propietario, no halla qué hacer para impedir la quiebra: «Nuestras ventas bajaron en un 70 por ciento, pues dependemos totalmente del turismo. Este conflicto nos está afectando muchísimo a mis empleados y a mí. Estoy desesperado». –¿Tendrá que recortar personal? –Sería lo último que haría.
De mí dependen 100 familias. No quiero afectarlas. Además, conmigo trabajan muy buenos artesanos, unos verdaderos artistas. Estoy saliendo a flote gracias a créditos bancarios». Y agrega angustiado: «Ya se están dando varios asaltos de negocios sin que las autoridades hagan nada. Los empresarios y comerciantes estamos desprotegidos y, para colmo, somos el centro de los ataques; nos llaman explotadores y enemigos del pueblo, somos los villanos de la película». Debido al bloqueo del tránsito y a la quema de vehículos en la ciudad de Oaxaca, las dos principales empresas de transporte urbano, Choferes del Sur y Servicio de Transporte Express de Oaxaca, están al borde de la bancarrota. Está última, por ejemplo, tiene 96 autobuses. De éstos, 40 están retenidos por el magisterio y 12 ya fueron quemados.
Fuente: “Oaxaca: El colapso” Pedro Matías, Rodrigo Vera. Proceso No. 1556, 27 de agosto de 2006