Represión policiaca contra maestros en Oaxaca deja al menos 92 heridos
El gobierno de Ulises Ruiz Ortiz decidió acabar esta madrugada con el plantón que la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación mantiene desde el pasado 22 de mayo, y lo hizo con la fuerza pública del estado aun cuando había insistido en su «disposición al diálogo». El saldo del enfrentamiento de policías con maestros fue de 92 heridos, entre mentores, niños y elementos de seguridad, aunque la dirigencia magisterial aseguró que como resultado del choque murieron dos profesores y dos menores de edad; hasta esta noche no se habían confirmado los decesos. La Cruz Roja informó del traslado al hospital del ISSSTE de una profesora embarazada que, a causa de la intoxicación por gases lacrimógenos, abortó. En el mismo nosocomio se atendió a un joven de 23 años, de nombre Daniel, quien fue herido en un ojo por una granada de gas.
El desalojo violento del zócalo oaxaqueño y las 56 calles que mantenían ocupadas los profesores se inició a las 4:50 de la madrugada con la irrupción de agentes de la Unidad de Operaciones Especiales, de la policía preventiva, así como de la Unidad Ministerial de Intervención Táctica de la procuraduría estatal y del Grupo de Operaciones Especiales del ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, respaldados por un helicóptero matrícula XAUCJ, que arrojó decenas de granadas de gas durante cuatro horas. Sentado en la puerta de la aeronave, un policía con el rostro cubierto con pasamontañas arrojaba las bombas con la mano.
A las 11 de la mañana, el gobernador afirmó que «no hubo enfrentamiento» y aseguró que había hablado telefónicamente con el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, para solicitar el apoyo de la Policía Federal Preventiva (PFP) y que el funcionario había accedido. «Están por llegar cuatro aviones de la PFP y otros agentes por carretera», dijo. Ruiz Ortiz justificó la petición al gobierno federal con el argumento de que, al irrumpir en el hotel magisterial, la policía encontró rifles de asalto Ak 47, conocidos como cuernos de chivo, y una mochila con granadas. «Se aseguraron algunas armas, que vamos a canalizar a la Procuraduría General de la República (PGR), en el edificio de la sección y en el hotel del magisterio», dijo.
La salida violenta escogida por el gobierno del estado provocó que, inicialmente, los maestros huyeran hacia las calles cercanas al zócalo, pero después se reagruparon y enfrentaron con piedras y palos a los uniformados. Los mentores retomaron la plaza principal de Oaxaca y lograron retener al subdirector operativo de la policía ministerial, Margarito López, y a siete elementos más, que serán utilizados mañana como elemento de intercambio de los mentores presos en la mesa que, con la Secretaría de Gobernación, se instalará en esta capital, al margen de Ruiz.
Como resultado de las primeras pláticas, el magisterio oaxaqueño decidió replegarse esta noche, ante un toque de queda anunciado por la administración estatal -medida que comunicó además a todos los negocios del centro para que mantuvieran cerradas sus puertas y alertaran a los turistas a no salir por la noche-, y decidieron abandonar el plantón para dormir en las escuelas de esta ciudad. «Se oyen bombas…».Diez minutos antes de las cinco de la mañana, Eduardo Castellanos Morales, profesor de secundaria, conducía la transmisión en vivo de Radio Plantón -la estación del magisterio oaxaqueño-, y fue quien dio la noticia del desalojo violento.
Antes de que los policías entraran al local sindical -donde se encontraba la estación- y destruyeran el equipo, el Güero Castellanos alcanzó a decir: «Se oyen bombas, son las cinco de la mañana; los granaderos se acercan, están entrando al edificio para reprimirnos, se escucha la explosión de las granadas». El propio líder sindical, Enrique Rueda Pacheco, había alertado a sus compañeros, a quienes llamó a «resistir organizadamente la represión que está operando el gobierno estatal en una actitud irracional. Enfrentemos organizadamente esta embestida con la cabeza fría y el corazón ardiente. Preparen trapos o pañuelos, mójenlos con agua para resistir los gases lacrimógenos y defender este espacio, como lo hemos hecho durante 26 años de lucha».
Cinco minutos después la policía entró con violencia al plantón por las calles de Bustamante, Las Casas, Armenta y López, Independencia, Hidalgo y Valdivieso, entre otras, para desalojar a por lo menos 40 mil trabajadores de la educación, algunos con sus hijos, que aún dormían. Los policías dispararon centenares de bombas de gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes por diferentes arterias. Como habían previsto los maestros, la policía asaltó el edificio de la sección 22 y ahí se detuvo al Güero Castellanos y a Acelo Ruiz Méndez, estudiante de la universidad privada Mesoamericana, y a Oziel Martínez Martínez, a quienes se les inició un proceso por terrorismo, portación de armas de fuego y de explosivos, mientras que en el hotel del magisterio fueron arrestados el secretario de Escalafón del comité ejecutivo de la sección 22 del SNTE, Roberto Pérez Gazga, y el administrador del albergue, de nombre Miguel.
A las cinco y media de la mañana, los profesores se reagruparon y se enfrentaron con palos, varillas, tubos y piedras a los agentes en las esquinas de las calles de Independencia y 20 de Noviembre; Independencia y 5 de Mayo; Macedonio Alcalá y Morelos; Morelos y 20 de Noviembre; Morelos y 5 de Mayo; Bustamante y Guerrero; Flores Magón y Trujano. Mientras los agentes lanzaban granadas de gas lacrimógeno y pimienta, los maestros -cubiertos del rostro con paños mojados- respondían con piedras e inclusive con las bombas que tomaban del suelo y devolvían a los uniformados. La policía, además, disparó hacia los maestros y, debido a ello, resultaron heridos de bala el profesor Daniel Mendoza Reyes y un policía que «fue lesionado por sus propios compañeros. Ellos mismos le pegaron, porque nosotros no traemos armas».
A las 7:10, los profesores empezaron a tomar autobuses para usarlos como arietes. Un vehículo fue llevado hasta el zócalo, donde fue incendiado y chocado frente al hotel Marqués del Valle. Otro autobús fue utilizado contra los preventivos en Independencia donde, según versiones de la policía, tres de ellos fueron embestidos. Escenas similares se vivieron en Melchor Ocampo, Xicoténcatl, Guerrero y 5 de Mayo. Poco antes de las 8 de la mañana, los maestros se reagruparon y acorralaron a los agentes, que se replegaron en la Alameda de León y en el zócalo, donde destruyeron casas de campaña y el improvisado campamento de los mentores.
El empuje de los profesores obligó a los uniformados a abandonar la plaza principal -movimiento que después justificó el gobernador al señalar que «se cuidó a detalle que no haya agresiones»- y, en el tropel, ocho preventivos se quedaron rezagados, entre ellos el subdirector operativo, Margarito López. Mañana serán utilizados para un intercambio de maestros presos. »Ahí muere, también somos pueblo», alegó uno de los policías, pero aun así fue capturado. A las 9:20, los agentes cedieron y los maestros retomaron su consigna habitual: «¡Va a caer, Ulises va a caer!»
En la confrontación, los mentores descubrieron que desde la habitación 206 del hotel Marqués del Valle, en la plaza principal, dos supuestos agentes de inteligencia les disparaban gases lacrimógenos. Se trata de Javier López López y Gerardo Ballinas Mayez, quienes al registrarse a la una de la mañana de hoy dieron como domicilio el 105 de la Calle del Panteón. Eran los únicos huéspedes del hotel, porque la mañana de ayer habían dejado esa misma habitación dos reporteros. A López y Ballinas los maestros -que derribaron las puertas de cuatro habitaciones hasta que los encontraron en la 206- les encontraron una maleta con granadas de gas lacrimógeno.
Otra de las justificaciones de Ulises Ruiz para el operativo policiaco fue que el movimiento magisterial está influido por «grupos radicales», y acusó a Rueda Pacheco de haber pertenecido al EPR, versión que el dirigente desmintió. Esta noche, mientras los maestros recogían los despojos de sus pertenencias, mostraban con indignación las huellas de la batalla: almohadas, comida, televisores quemados, casas de campaña cortadas a navaja, pañales, andaderas, mamilas, los juguetes de los niños.
Fuente: Octavio Vélez Ascencio y Enrique Méndez, La Jornada en internet,
http://www.jornada.unam.mx/2006/06/15/index.php?section=politica&article=003n1pol, 25/10/2011