«Oaxaca no quiere recordar el 68 y al Ejército con las manos llenas de sangre. Oaxaca no quiere más un Halconazo o un «Aguas Blancas».El abogado y catedrático de la UABJO, Víctor Amado López Hernández, aparta de sus manos el libro titulado Desobediencia Civil, que incluye la vida y obras de Toreau y Gandhi, entre otros grandes maestros, y advierte: Si Vicente Fox satisface el enfermizo apetito de venganza de Ulises Ruiz y ordena que las fuerzas públicas federales repriman al magisterio y a la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), ambos estarán bañando de sangre a esta tierra juarista y arrastrándonos a páginas negras como las matanzas de Acteal, en Chiapas, o «Agua Fría», en la Sierra Sur.
Los diputados locales que, al fin lacayos de Ulises, se han parado de sus curules, para solicitar la fuerza pública federal como solución al conflicto social que vive Oaxaca, seguramente están enfermos de las facultades mentales. Sólo ello justifica el hecho de estar pidiendo gasolina, en lugar de agua para apagar el fuego, anota el también Secretario de Movimientos Sociales del Comité Ejecutivo Estatal del PRD. En su despacho, el jurista teje sus ideas en un escenario de plena armonía.
Disfruta a bajo volumen La Traviata, de Giuseppe Verdi, el gran dominador de la escena lírica europea durante la segunda mitad del siglo XIX. Para Víctor Amado, un incendio se apaga con agua. El agua es sinónimo de diálogo, de acuerdo y de racionalidad política. Los Diputados piensan apagar el fuego o el conflicto de Oaxaca, con gasolina. Quieren acallar las protestas legítimas del gremio magisterial y de la sociedad (APO) con bayonetas, toletes y balas, añade. ¡Qué horror! que estos que se dicen «representantes del pueblo» hoy exigen represión en contra de quienes dicen representar.
El abogado de barba cerrada, se acomoda en su sillón de piel, enciende un cigarrillo, y con signos de profunda preocupación, agrega: Oaxaca no quiere revivir el pasado sangriento de 1977 y las secuelas de ese pasado reciente. Oaxaca no quiere recordar el 68 y al Ejército con las manos llenas de sangre. Oaxaca no quiere más un «Halconazo» o un «Aguas blancas». ¿Quién de los diputados de Oaxaca se manchará los dedos de sangre para contar a los muertos?-se pregunta.
De ese nivel de horror y muerte están hablando los diputados cuando invocan un desalojo «no violento». ¡Mentira! Todo desalojo como sinónimo de represión, es un acto de brutalidad del Estado, y como tal se debe denunciar a tiempo y protestar contra quienes la promueven, sostiene. Su despacho luce lleno de libros. Resaltan en dorado gruesos volúmenes de Jurisprudencia Especializada en Derecho Penal. Advierte: Sería elevadísimo el costo político que tendrían que pagar los «representantes populares» del PRI-ANAL, por solicitar y legitimar la represión, advierte el abogado.
No veo en otro lugar del mundo que un parlamento o congreso, como el caso de Oaxaca, esté pidiendo a su Presidente y a los otros poderes, legalizar y legitimar la represión. Esto es, la violencia ejercida por el Estado o la violencia institucionalizada. Es un hecho tan inaceptable como perverso.
Lo ideal, si se quiere contribuir para llegar a una solución rápida, es nombrar una Comisión plural de diputados locales, para servir de puente o de mediador con el poder ejecutivo en conflicto. Sin embargo, observamos que los diputados toman partido en el conflicto, haciendo de lado función constitucional como representantes del pueblo. La música sacra, a bajo volumen se sigue escuchando en al despacho del catedrático. Solemnidad y deleite al compás de Nabucco, tema también de Giuseppe Verdi. (Continuará).
Fuente: NOTICIAS, REYNALDO BRACAMONTES/I de II Partes, jueves 21 de septiembre de 2006